
De La Paternal al mundo: una semilla que no para de crecer (por Hernán Torena)
De la fusión entre dos equipos nacería un club que se convertiría en referencia mundial por el surgimiento de grandes figuras como Maradona, Redondo o Riquelme: Argentinos Juniors
Mártires de Chicago y Sol de la Victoria se enfrentaron aquella tarde del 14 de agosto de 1904. Unos, con un nombre que señalaba una clara afiliación anarquista en homenaje a los caídos en la masacre de Haymarket en 1886. Otros, con marcada tendencia socialista. El 3-1 final a favor de los primeros significó no solo saborear las mieles del triunfo conseguido sino también la invitación a sus derrotados para crear juntos un nuevo club. Un día después, en un terreno baldío de la calle Malabia, nacía la Asociación Atlética y Futbolística Argentinos Unidos de Villa Crespo. Leandro Ravera Bianchi fue su primer presidente, y en el momento de confeccionar el sello en la librería decidió que el club se llamara Asociación Atlética Argentinos Juniors.

Imagen del primer equipo de Argentinos Juniors, en 1907. Archivo El Gráfico.
“En aquellos días, gobierno de Julio Argentino Roca, eran perseguidos con todo el peso de la ley. Entonces buscaron una forma de manifestar su adhesión política en forma solapada sin dejar de reivindicarla. Optaron por ese nombre para reivindicar su condición de nacionales; si bien no es muy anarquista, pero si analizamos la sigla, ellos decían que en clave significaba: Adelante Anarquistas Avancemos Juntos”, afirma el historiador Tomás González Messina. Por entonces, los primeros equipos ingleses llegaban al país para disputar partidos amistosos. Eran años en lo que el fútbol debía convivir con otros deportes como las disciplinas ecuestres británicas y el cricket, que buscaban despertar un interés en la sociedad que finalmente nunca lograrían. El deporte de la pelota no paraba de crecer ni de ganar adeptos.
La Argentine Football Asociation invitaría a la AAAJ a disputar el torneo de primera división en 1912, pero la entidad desistió el convite aludiendo que deseaba ganar su plaza en la cancha, algo que sucedería en 1921. Cuatro años después, tras deambular por diversos lugares, se asentaría en La Paternal, un barrio afín con los ideales de sus fundadores, poblado por hijos de inmigrantes de clase trabajadora. Tras la huelga de futbolistas, que incluyó una marcha a Casa Rosada y la consecuente llegada del profesionalismo, Argentinos Juniors se convertiría en uno de los 18 equipos que participaría de aquel primer certamen, en 1931. El fútbol, ese que habían practicado, con algunas lógicas diferencias, las comunidades indígenas araucanas y mocovíes en épocas de las colonias, se transformaba en algo muchísimo más grande.
Una crítica situación económica obligaría a Argentinos Juniors a desalojar su estadio de Avenida San Martín y Punta Arenas, por falta de pago. Y por decisión de la Asociación, que buscaba reducir la cantidad de participantes de su campeonato más importante, debió elegir entre fusionarse con Atlanta o quedarse sin lugar en el torneo. Esa unión no sería aceptada por ninguna de las dos hinchadas por lo que, cada vez que el equipo hacía las veces de local, se habilitaban tres tribunas: una para la gente del Bicho, otra para la parcialidad del Bohemio y otra para los seguidores visitantes. Tras el experimento fallido, la institución, que supo estar al borde de la desaparición, recuperó su identidad original, recompuso sus finanzas, bajó de categoría y regresó renovado tiempo después para afianzarse en la “A”.

En 1934, Argentinos Juniors y Atlanta se fusionaron y vistieron una curiosa camiseta
“Vaya, Diego, juegue como usted sabe, y si puede, tire un caño” fueron las palabras del entrenador Juan Carlos Montes a Maradona el 20 de octubre de 1976, cuando Pelusa debutó en la categoría superior. Sin saberlo, la historia estaba escribiendo una nueva página y con una fuerte paradoja: aquel juego que había sido observado de reojo por las clases altas en el siglo XIX, veía cómo el que sería uno de sus máximos exponentes daba sus primeros pasos, llegando desde una de las urbes más pobres de la Capital nacional.
Tras el subcampeonato en el Metropolitano de 1980, ser goleador de cinco campeonatos y transformarse en el máximo artillero del club en Primera División con 116 goles, el llamado “Pibe de Oro” pasó a Boca Juniors en 1981.

La década del ’80 fue la más exitosa a nivel títulos para la institución. En 1984 se quedó con el Metropolitano y en 1985 con el Nacional. También llegaría la consagración en la tan ansiada la Copa Libertadores de América, en definición desde los doce pasos ante el América de Cali. En esta instancia, el Estadio Defensores del Chaco de Asunción del Paraguay fue testigo directo de cómo las manos de Vidallé (atajando el remate de De Ávila) y el pie derecho de Mario Videla (convirtiendo el remate decisivo de la tanda) desataban la locura del equipo comandado por José Yudica.

En la final Intercontinental ante la Juventus de Michel Platini, los penales le jugarían una mala pasada.
Claudio “Bichi Borghi, figura de ese equipo, decía sobre ese partido: "Perdimos esa final porque no sabíamos defender. Siempre salíamos a buscar más goles. Villalba se mandaba al ataque, Olguín también, Domenech también. En el medio, el único que marcaba era Batista y abajo Pavoni. Los demás no defendíamos nunca, y yo tenía menos marca que un lápiz blanco". El rico palmarés se completaría con la obtención de la Copa Interamericana, en 1986.
Los años subsiguientes traerían consigo algunos descensos y otros tantos ascensos y una alegría mayúscula: la reinauguración de su estadio para volver a ser locales en su casa después de dos décadas. El recordado equipo comandado por el propio Borghi le daría, en 2010, la última satisfacción significativa a la entidad. Hoy, con Cristian Malaspina ejerciendo la presidencia, sigue siendo referencia a nivel continental en el desarrollo de sus divisiones inferiores y con un permanente crecimiento de sus instalaciones. El “Tifón de Boyacá” está más vivo que nunca .